Dragón Blanco,
sumérgeme en tú saber,
ablanda mi realidad
y ayúdame a vencer,
a vencer el terror
que me paraliza el corazón.
Condúceme sin pausa
al centro de mi ser,
donde el amor inunda la esencia,
un refugio en las estrellas
donde mora nuestro hogar,
su razón y sus sentidos.
Tengo motivos para creer
que mis pequeños ojos,
no engañan a mi ser,
Tengo razones para sentir
que mis labios buscan en mi interior
las caricias de mi corazón.
Párpados que se entrecierran
ante el placer de la vida,
de la entrega del alma,
al sentido del camino.
Cada día me levanto,
con la ilusión de poder ser
con la esperanza de poder amar.
Cada día me duermo,
con el latido del tambor
para poder soñar,
aquello que soy.
Son tiempos de recogimiento,
de saber ganar y perder
de emprender grandes aventuras
y aprender de las desventuras,
adentrarse al viaje interior
de la mente y del espíritu,
un viaje a través del tiempo
y de las eras conocidas,
a través de las células y
de la emoción de pertenecer,
comprender y crecer.
Todos tenemos un honor,
una misión a recorrer.
Solo hace falta valor,
para vivir nuestra sueño.
El amor, la envidia,
los celos y la codicia
son sentimientos contradictorios
que residen en nuestro ser.
El Hombre, un ser racional,
salvaje y depredador,
inteligente y sagaz,
humanitario y repudiado,
odiado y amado,
ante sus propios ojos.
La esperanza es la fe
en el alma y el ser
del espíritu inmortal
que residen en nuestro cuerpo terrenal.
Dulce dualidad que nos
hace temer y amar.
Solo aquello imperturbable,
sin límites ni condiciones,
es capaz de ver la pureza
de la luz de nuestro hogar.
Sabedora de todo aquello
que es necesario para continuar,
arreglar y remediar,
los errores y los traumas,
Solo Ella es capaz
de sanar nuestro dolor.
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